Aquella noche, desde el torreón del acantilado, pude sentir en mi piel su luz. La noche era cerrada, pero ella brillaba con fuerza al desaparecer la bruma en el manto de un mar en calma. Se reflejó su brillo iluminándolo todo. Y allí es donde cada año me escapo para sonreír recordando todo lo que me puso a prueba. ¿Y tú? ¿Qué imagen guardas de ese sitio especial?